¿La educación de quien y para quién?

Gabriela  Bahamondes


Cuando hablamos de educación, podemos establecer parámetros que nos lleven a una definición acertada de lo que queremos y buscamos en ella, por lo que me aferrare a la definición de Escudero quien ve la educación como aquella que “ tiene por meta la transmisión de conocimientos de una generación a otra” (Escudero,1983); pero no de una manera cerrada y dogmática, sino como un traspaso de conocimientos de personas a personas de manera consensuada, es por ello que a su vez, internalizaré lo descrito por Descartes con su ética provisional, en la cual nos servirá de guía para velar en busca de una moral definitiva, en este caso de un conocimiento mas completo o que satisfaga mis ansias educativas, pero creo que en cierta forma, esta forma de ver la educación es compartida por gran parte de las personas, a las cuales se les instruye e los colegios para una eventual preparación mayor en pos del bien de la sociedad y de uno mismo, pero la pregunta con la cual nos planteamos este ensayo, recién comienza a ser descubierta cuando preguntamos si es necesario, que los niños tengan una educación moral, en las escuelas.

Esta pregunta nos lleva a las siguientes discusiones de ¿a quien le corresponde esa educación?, ¿le quitamos el rol activo a los padres, para criar, según sus parámetros a sus hijos? ¿Qué educación moral, estamos buscando? Todas estás preguntas asaltan mi mente si tener una certeza de cómo responderla, pero trataré de hacerlo a lo largo de este escrito.
La educación está en las escuelas, pero la formación en valores ¿en donde? Es mi parecer, que esta respuesta sea dividida y compartida por los distintos actores que influyen ciertamente en la educación, es decir, en la escuela, la familia y la sociedad, es por ello que “partiendo de estos presupuestos, entendemos la Educación en Valores como el proceso que ayuda a las personas a construir racional y autónomamente sus valores” (Buxarrais ,M.R.1995) en un contexto determinado, para su potenciación y asimilación en los valores propios, ya que no sirve de nada, que a un niño, se le enseñe valores en la escuela, que estarán ausentes en la casa o que no son aplicables a la sociedad en la que vive, es por ello que debe haber una sincronía de esta tríada de actores, “confabulando los micro relatos que encontramos en ellos” (Lyotard, 1984), es por ello que se hace de vital importancia, la compenetración de todos ellos, ya que si bien no es tratar de formar una plantilla de valores, aplicables a todos y todas, es todo lo contrario, tratar de confabular temas acordes y formar alumnos críticos, que busquen mas allá de las palabras y de los hechos, que vean con sus propios ojos, las “verdades” que nos enfrentamos a diario, es por ello que creo debemos educar moralmente a los alumnos de manera conjunta, en el respeto y la tolerancia como valores primordiales y esenciales que busquen sumar en las aulas, pero de manera consiente y bien trabajada, ya que si bien todo el tiempo trabajamos en valores, muchas veces estos los hacemos de manera consciente o inconscientemente, en todas las actividades que proponemos a los alumnos o en nuestra relación con ellos. La intención no es cargar al profesor con más actividades educativas. La educación en Valores no la podemos entender sino es desde la transversalidad. Es decir, aprovechando que la edad de los niños nos lo permite, debemos partir de las planificaciones en el aula para poder marcarnos los parámetros adecuados para trabajar la educación en valores en un sentido globalizador e integral, puesto que, como ya hemos dicho, los valores son una cualidad exclusiva de las personas y en todas nuestras acciones, sentimientos, intereses, prioridades, etc. Debemos ser consientes que la moral está presente, seamos o no consientes, ya que existen una serie de valores que nos condicionan tanto a nivel personal como en nuestra relación con los otros.

Lo importante es no dejar de pensar y reflexionar sobre qué valores queremos transmitir y reflexionar si son estos los que transmitimos o quizás transmitimos los contrarios. Es decir, quizás quiero que unos niños y niñas sepan escucharse unos a otros y yo soy el primero que no los escucho a ellos, quizás me gusta que me den los buenos días y yo no se los doy a ellos. 

Estas son situaciones que se dan, provocadas muchas veces, por la rutina de la cotidianeidad y que nos pueden pasar a nosotros. Solamente reflexionando en el día a día podemos darnos cuenta de ello y re-pensar nuestra tarea de educadores y educadoras, y así ayudar a que esta rutina, sea visible a los demás actores involucrados en la educación de niños y niñas, es decir, hacer participes de nuestras metas tanto a padres y apoderados, como a agentes de desarrollo de la localidad en la cual estemos inmerso, de lo contrario, estamos propensos a fracasar en el intento de llenar un vacío que solo nosotros vemos.

Bibliografía

  • Buxarris, M.R., Martínez, M., Puig, J.M. y Trilla, J.: “La educación moral en primaria y en secundaria”. Madrid, MEC-Edelvives, 1995.

  • Camps, V.: “Los valores de la educación”. Madrid, Alauda, 1993.

  • Descartes R. “El Discurso del Método". Alianza Editorial, Madrid 1995.

  • Lyotard, J.F. “La condición posmoderna”. Madrid. Cátedra.1984.

  • Puig, J.M.; Martínez, M. “Educación moral y democracia”. Barcelona. Laertes.1989

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